Silencios que matan
En la noche era la que siempre esperaba soñar. No importaba si eran lágrimas o una marca morada lo que en sus ojos no le permitían dormir. Había algo más fuerte que la obligaba a seguir adelante. Algunos lo llamaban cobardía, otros sólo falta de autoestima o dignidad. Pero a ella no le importaba lo que pensaran los demás. Ella amaba y, con certeza, sentía que no encontraría su alma gemela en otra parte que no fuera con él.
Qué sabían los otros sobre el cariño, la perseverancia y la vida en pareja. Nadie dijo que todo iba a ser perfecto. Había que sobrellevar ciertas situaciones "complicadas" y hacer la vista gorda a las crisis, porque todo era superable, ¿no?
Debía ser comprensiva. Él tenía sus malos días y ella lo único que hacía era complicárselos aún más con un: "Podríamos salir a dar una vuelta", "ya nunca me invitas a comer, ¿te has dado cuenta?. Pobrecito. Estaba cansado. ¡Qué desconsiderada!
Ella sabía que no todo era como lo había soñado de niña. El príncipe en corcel había cambiado por un ordinario hombre que andaba en auto. No habían sirvientas, sino que ella era su única esclava. Pero todavía no perdía la esperanza, seguía creyendo en el cuento de hadas con final feliz, es sólo que las princesas en esta historia no tienen desgarraduras en el cuerpo y en el alma.
Es por eso que aguantaba y continuaba soportando las discusiones, los gritos, las groserías, las amenazas, los latigazos, las patadas, los combos, y, posteriormente, las reconcilaciones que servían de parche para que la gotera no llenara de agua la pieza.
Todo se arreglaría algún día. Él cambiaría, y lo haría por mí, porque yo sé que puedo lograrlo, sé que puedo hacer que todo cambie y seamos felices como en los antiguos tiempos. Mas tengo que ser comprensiva, debo seguir; por mis hijos, por mi vida matrimonial, por mi reputación.
Estoy cansada, desgastada, maltrecha, deshumanizada. Es fácil confundir amor con desamor. Mantenerse fuerte, de pie, mientras alguien es piedra que te hace tropezar continuamente, es intolerable cuando se piensa que hay futuro con el hombre que te regaló su cariño con piedras y plomo. Debí haber previsto, hacerme respetar, quererme un poco más, conformarme con lo que me merezco.
Qué hacer cuando la costumbre te obliga a permanecer en un estado inmovible. Los golpes ya eran tradición, eran la forma de decir "te quiero".
Pero ni los huesos, ni el corazón son de hierro. Y después de tanto golpes bajos y altos creo que me cansé de tener el enemigo tancerca y tan íntimo.
En la noche era la que siempre esperaba soñar. No importaba si eran lágrimas o una marca morada lo que en sus ojos no le permitían dormir. Había algo más fuerte que la obligaba a seguir adelante. Algunos lo llamaban cobardía, otros sólo falta de autoestima o dignidad. Pero a ella no le importaba lo que pensaran los demás. Ella amaba y, con certeza, sentía que no encontraría su alma gemela en otra parte que no fuera con él.
Qué sabían los otros sobre el cariño, la perseverancia y la vida en pareja. Nadie dijo que todo iba a ser perfecto. Había que sobrellevar ciertas situaciones "complicadas" y hacer la vista gorda a las crisis, porque todo era superable, ¿no?
Debía ser comprensiva. Él tenía sus malos días y ella lo único que hacía era complicárselos aún más con un: "Podríamos salir a dar una vuelta", "ya nunca me invitas a comer, ¿te has dado cuenta?. Pobrecito. Estaba cansado. ¡Qué desconsiderada!
Ella sabía que no todo era como lo había soñado de niña. El príncipe en corcel había cambiado por un ordinario hombre que andaba en auto. No habían sirvientas, sino que ella era su única esclava. Pero todavía no perdía la esperanza, seguía creyendo en el cuento de hadas con final feliz, es sólo que las princesas en esta historia no tienen desgarraduras en el cuerpo y en el alma.
Es por eso que aguantaba y continuaba soportando las discusiones, los gritos, las groserías, las amenazas, los latigazos, las patadas, los combos, y, posteriormente, las reconcilaciones que servían de parche para que la gotera no llenara de agua la pieza.
Todo se arreglaría algún día. Él cambiaría, y lo haría por mí, porque yo sé que puedo lograrlo, sé que puedo hacer que todo cambie y seamos felices como en los antiguos tiempos. Mas tengo que ser comprensiva, debo seguir; por mis hijos, por mi vida matrimonial, por mi reputación.
Estoy cansada, desgastada, maltrecha, deshumanizada. Es fácil confundir amor con desamor. Mantenerse fuerte, de pie, mientras alguien es piedra que te hace tropezar continuamente, es intolerable cuando se piensa que hay futuro con el hombre que te regaló su cariño con piedras y plomo. Debí haber previsto, hacerme respetar, quererme un poco más, conformarme con lo que me merezco.
Qué hacer cuando la costumbre te obliga a permanecer en un estado inmovible. Los golpes ya eran tradición, eran la forma de decir "te quiero".
Pero ni los huesos, ni el corazón son de hierro. Y después de tanto golpes bajos y altos creo que me cansé de tener el enemigo tancerca y tan íntimo.